Mido las palabras para no alterar mientras los nervios se
agolpan en mi estómago. Reconozco mi debilidad y me siento pequeña, atrás queda
un siempre hay un mañana. No veo mañanas al otro lado, veo el letargo
infinito. Tener que rodearse de gente
que no quiere estar contigo, gente que no aporta nada porque su conversación es
indiferente, gente que un día saldrá de mi vida y no quedará nada. Yo sigo
convencida de que hay cosas para siempre, no se si es el amor pero si el
cariño. Creo que ciertas personas permanecen dentro mientras vivas por mucho
que quieras olvidarlo. Un hermano, un padre, un amigo…alguien que en su día
lleno por completo nuestro mundo y nos
dio felicidad. Aunque de nada vale ver atrás porque este mundo sigue girando y los momentos vividos jamás volverán, merece la pena saber que quizás
haya mas gente infinita que quiera quedarse en nuestras vidas para siempre. No hay mejor cosa que encontrar ese cómplice, esa
persona que aunque este a miles de kilómetros, siempre estará conectado a tu
mundo.
Por las noches sueño con abrir la ventana y sentir que un
aire nuevo lo inunda todo y consigo tomar el impulso necesario para volar. Ver las cosas que tanto me gustaban desde allí arriba porque hoy siento que aquí
abajo el manto del hastío ha tapado la realidad, yo que siempre amé la vida y esos momentos únicos, ahora no soy más que una soñadora decepcionada.
Hago cosas que me gustan pero no las comparto con gente que
no me gusta. Siento que la gente que me rodea no me aprecia y empiezo a creer
que realmente no valgo nada. Los días son siempre iguales, rutina, enfados,
prisas…Hay muy buenos momentos pero parece que pasan de puntillas y suenan
prefabricados. Noto la ausencia a cada
paso, yo también he permanecido ausente
intentado aterrizar. Porque quiero una vida plena por ello sufro la nostalgia a
diario, leo otras vidas para poder sacar la cabeza del tiesto y sentirme libre.
No quiero sentir que estoy desperdiciando mi vida.
Texto inspirado en la película "Las ventajas de ser un marginado"